Ya sabemos: la distancia entre el enfoque cualitativo y el cuantitativo en la investigación social reside fundamentalmente en aquello que se considera oportuno buscar para conocer la realidad: asociaciones estadísticas entre variables o relaciones significativas entre eventos. Variaciones en la frecuencia con que algunas cosas suceden, o en el sentido que las cosas adquieren para las personas.
Pero también existe una diferencia en cuanto al punto de vista. En sus formas más nítidas, la investigación cuantitativa mira el mundo desde arriba, para obtener una imagen panorámica. De este modo es posible evitar que “el árbol tape al bosque”. La investigación cualitativa, por su parte, mira desde adentro, para comprender la trama interior de los procesos y para indagar en la perspectiva de los actores.
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Los enfoques cualitativo y cuantitativo, así, son opciones metodológicas con resonancias políticas, porque dan cuenta de una forma particular de mirar la realidad. Pero de ningún modo puede establecerse una asociación entre ellos y orientaciones ideológicas específicas. Decir, por ejemplo, que la investigación cualitativa es “de izquierda” y la cuantitativa “de derecha”, es simplemente absurdo. Ambas pueden producir conocimientos orientados por un abanico diverso y muy amplio de intereses y principios. Lo que sí hay entre estos enfoques es una diferencia en cuanto al tipo de posición epistemológica y de sensibilidad al que apelan y que demandan del investigador.
Tanto las constancias y regularidades de las que da cuenta la investigación cuantitativa como los contenidos significativos a los que conduce la cualitativa sirven para nutrir un análisis, una mirada, un espíritu de indagación cuya lucidez e inteligencia y cuyo compromiso con la realidad investigada dicen mucho más sobre el estudio en sí que el enfoque adoptado. Ambos, además, pueden combinarse y complementarse, y siempre hay en cada enfoque la necesidad de recurrir en alguna medida a técnicas propias del otro.
De este modo, la adopción de un enfoque investigativo que asuma algún tipo de equilibrio entre estos dos polos metodológicos es una función del tipo de pregunta que se formula y de las tradiciones en las que el estudio se inscribe. Y es, por supuesto, una decisión que en forma consciente, estratégica e inteligente, debe tomar cada investigador.
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