viernes, 17 de agosto de 2012

El ritual como semillero de cambio. Artículo publicado en Blog de Currículum de Flacso en 2010.

En una reciente entrevista un periodista le preguntaba a un Tuareg acerca de los recuerdos de la niñez en el desierto del Sahara que conserva con mayor nitidez.

Tuareg: - Me despierto con el sol. Ahí están las cabras de mi padre. Ellas nos dan leche y carne, nosotros las llevamos a donde hay agua y hierba… Así hizo mi bisabuelo, y mi abuelo, y mi padre… Y yo. ¡No había otra cosa en el mundo más que eso, y yo era muy feliz en él!

Periodista: - ¿Sí? No parece muy estimulante. ..

Tuareg: - Mucho. A los siete años ya te dejan alejarte del campamento, para lo que te enseñan las cosas importantes: a olisquear el aire, escuchar, aguzar la vista, orientarte por el sol y las estrellas… Y a dejarte llevar por el camello, si te pierdes: te llevará a donde hay agua.

Llama la atención que el hombre del desierto utiliza el tiempo presente para referirse al pasado, como si esas experiencias infantiles siguieran marcando la actualidad de su propia vida y también nombraran prácticas culturales todavía vigentes en su pueblo nómade.
Su comentario expresa una de las tantas formas en que los hombres se comunican, perpetúan y desarrollan su conocimiento y actitudes acerca de la vida. En este caso, la transmisión generacional contempla una forma de conocer el mundo y unos saberes simples, pero vitales para subsistir. Alude también a un rito que indica un paso entre un mundo comunicado por los mayores a un mundo por experimentar, en el que se aprenderán nuevas cosas y se modificarán muchas de las sabidas. Ese rito augura las transformaciones que llevan a cabo cada nueva generación. Está allí lo estimulante, lo vibrante según la visión del tuareg. “Tú tienes el reloj, yo tengo el tiempo”, dice este hombre del desierto a propósito del encuentro entre ritual y saber. Es que un ritual es un producto cultural construido como referencia colectiva de la experiencia simbólica y situada de un grupo, que posee aspectos creativos o potencialmente reconstructivos.

Los rituales nos hablan del mundo de la experiencia vivida, de las flaquezas humanas, del deseo de supervivencia y trascendencia. En todas las culturas, los rituales se encuentran presentes siempre y por doquier, como eventos ordinarios significativos y también en la forma de ceremonias formalizadas.
El investigador canadiense, Peter Mc Laren, quien estudia los rituales escolares, sostiene que ninguno de nosotros puede permanecer por fuera de la jurisdicción simbólica del ritual porque para hombres y mujeres, comprometerse en un ritual es una necesidad humana.
Pero, ¿a qué llamamos ritual? Se podría decir que un ritual es antes que nada una cita, una confluencia de fuerzas y ordenaciones (Cirlot, 1997). Un ritual siempre impone un orden, prescripciones sobre el lugar del cuerpo y las mentes, el lugar de los sujetos, el vínculo que los relaciona. Un ritual es un encuentro en el que se ofrece una experiencia para dejar una huella, tal vez la de un nuevo comienzo, como en el caso del Tuareg.
Tomemos otro ejemplo, el del nacimiento, acto inaugural de llegada de un nuevo ser al mundo. Se trata de un ritual sostenido en la historia de las generaciones que varía de cultura a cultura y a lo largo del tiempo, pero aun así es imperecedero. Se construye en la variedad de matices y diferencias referidas a la pertenencia de clases y sectores sociales de sus protagonistas y a la particularidad de las historias familiares. Andrea Schon (2009) en un texto de reciente aparición, presenta dos situaciones a imaginar: La primera a fines del siglo XVIII, una mujer a punto de dar a luz en su casa, a su lado acompañándola otras mujeres de la casa o vecinas y la comadrona convocada para ayudar por poseer conocimientos a través de la práctica del arte de parir. Los hombres esperando en una habitación contigua hasta que el llanto del bebé anunciara la llegada. La segunda escena, a mediados del siglo XX, la mujer en la sala de partos de un hospital y junto a ella, el esposo o un familiar que la ayudan a respirar y a realizar el trabajo de parto. Una serie de dispositivos tecnológicos monitorean la situación y están a disposición para ser usados con el recién nacido. Cambiaron los conocimientos, los modos de intervención, los artefactos, los espacios, los acompañantes, sin embargo el encuentro, la cita se mantiene en torno a la inicial bienvenida y recepción.
Sin duda, los rituales tienen una marca epocal de tiempo y espacio. No pueden ser entendidos si no es ubicando a los individuos biográfica e históricamente en varias tradiciones de mediación (por ejemplo, clan, género, cultura de grupo, ambiente familiar). Esta consideración por situar el análisis de los rituales en las coordenadas históricas permite cuestionar el carácter mítico y la naturalización de sus sentidos, es decir, preguntarse por la construcción de sus significaciones y la vigencia de los sentidos originarios.
El antropólogo escocés, Víctor Turner (1969), un estudioso de los símbolos y rituales, sostenía que una manera de explorar los rituales es a través de la comprensión de los símbolos. Un caudal de íconos y símbolos acompañan los rituales. Estos poseen un gran poder connotativo por el hecho de que son multivalentes, incongruentes, polisémicos, inefables. Esa condición nos previene de ofrecer rápidas e inequívocas respuestas cuando somos cuestionados en torno a su significado.
Los rituales son lugares en los que se transmite el patrimonio cultural entre las generaciones y se establece el lazo social. Son capaces de condensar una variedad de mensajes (históricos, relacionales, identificatorios) mediante una formulación simple y, a la vez, de unificar significados contradictorios.
Sin embargo, las formas rituales que heredamos son una de las tantas maneras posibles de vinculación con lo colectivo. La invitación es a vislumbrar, a veces con poca luz y eso implica mayor esfuerzo, cuáles son las nuevas maneras y sentidos que celebran lo colectivo. El amplio conocimiento de Turner lo confirma al decir que los rituales son excelentes semilleros del cambio.

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